Francisco Barcala narrado por... Francisco Barcala.
¿Quién soy? Esa pregunta algún día nos la hacemos todos. ¿Quién soy? La respuesta en muchas ocasiones puede ser corta. Un nombre, un apellido y ya, pero... creo que los seres humanos somos mucho más complicados que eso. No somos sólo un nombre y apellido, no somos sólo la suma de los genes de dos familias, ni somos lo que creemos ser cuando llegamos a la adolescencia. No. Creo que las etapas de la vida de una persona son más complicadas y nos llevan a ser alguien distinto en cada momento de nuestras vidas. A los 10 años somos Superman, o Batman, tal vez para los niños de hoy ser Wolverine sea su máximo, para las niñas podría ser Storm o algún otro personaje de ficción. A los 20 años somos diferentes, nos comemos el mundo de un bocado, somos grandes, indestructibles, de hecho, sabemos más que mamá y papá. Pero... llega un momento especial en la vida de cada persona. Ese que marcamos como el momento de la "madurez"... cuando llegamos a los 25 años, cuando dejamos de ser unos adolescentes, terminamos la carrera y salimos al mundo para mejorarlo, para hacer de él un lugar mucho mejor para vivir, cuando empezamos a soñar que cambiaremos las artes, la ciencia, la medicina, la política, ese momento en que pensamos que todo se solucionará porque YA LLEGAMOS NOSOTROS.
Qué duro es el despertar de estos sueños. Qué difícil es aceptar que... el mundo ya era así cuando llegamos y que lamentablemente... seguirá así cuando nos vayamos. Sí, esa etapa llega más o menos a los 30 años. La "madurez" nos golpea de pronto, nos damos cuenta que esos sueños de los 25 años, hace TANTO tiempo, eran sólo eso... sueños.
Pero... ¿Es que acaso el mundo REALMENTE no se puede cambiar? Porque a mi me llegó ya la edad de los tás... (30'tas, 40'tas, etc.) Y ha vuelto a recibir el impacto implacable de la "madurez. Es decir, que he vuelto a madurar. ¿Eso es posible?
Soy Francisco Barcala, un actor, director y dramaturgo con 31 años de experiencia en el medio. Soy hijo de él y ella. Esos dos seres maravillosos que lucharon por hacer de mi y mis hermanos, seres de bien, gente trabajadora, constante, con una disciplina mezclada entre el amor y la dureza, con frases amorosas, suntuosas fiestas de fin de año y pobrezas de solemnidad, una familia completa, aunque separada, una familia íntegra, sin escollos, y estoy seguro, sin ovejas negras. Ahí me crié yo. Con mis dificultades, mis rebeldías, mi eterno no querer ser como los demás y pareciéndome cada día más a todos, engrosando las listas de todos aquellos que no querían ser más del "montón". Francisco Barcala, terco, decidido, fumador empedernido, amante de su abuela, adorador eterno de sus Princesas, iracundo, explosivo, pero sentimental y tierno en el fondo, noble, irrespetuoso, irreverente, creyente, filósofo de café, político por naturaleza, apartidista por convicción, de derecha moderada, pero Comunista puro. Ese es el Francisco de hoy. Fuerte, impenetrable, tosco, con ideales definidos, pero que no sabe qué hacer. Descubridor eterno de sí mismo. Francisco Barcala, soberbio, intransigente, culto pero con profundas ignorancias, supervisor de su caminar, pero ciego ante su futuro. Ese es el Francisco de hoy.
La madurez es cíclica. Eso lo he descubierto en el camino. La madurez no se alcanza nunca, porque al llegar a ella, descubrimos que nos falta camino por andar, que aún no podemos detenernos, que aún hay mucho más por hacer, mucho más por crecer, por vivir, por amar, por sentir, por vibrar. No podemos llegar a la madurez completa, ni el viejo, ni el niño, ni el joven. Estamos en constante evolución. Estamos en la búsqueda de ser mejores, de llegar a la mentira de la perfección, esa perfección que SABEMOS que no existe, pero que queremos encontrar a como de lugar, somos como aquellos que buscan “El Dorado”, saben que no está ahí, saben que no puede haber una ciudad de oro macizo, pero siguen buscándola. Así somos los seres humanos, impredecibles, estúpidos por decisión propia, queremos la paz mundial, pero no buscamos los ojos del vecino para darle un “Buenos Días” honesto y limpio, queremos el desarme nuclear, pero olvidamos cerrar la llave del agua al rasurarnos en la mañana, pedimos por el cese al fuego de la ETA, pero no queremos limpiar los desechos de nuestro perro en el parque de la esquina, deseamos el restablecimiento de relaciones entre Estados Unidos y Cuba, pero nos olvidamos de levantar el papel que se nos cayó al desenvolver los cigarros. Queremos que el Presidente de X país caiga derrocado en pro de la Democracia, pero insultamos al pobre niño que se acerca querer limpiar el parabrisas de nuestro auto. ¿Esos somos los seres “maduros”?
Afortunadamente yo no quiero madurar, quiero poder seguir caminando por un parque y sonreír porque veo una ardilla, quiero poder recoger el vaso que tiró la señora que va delante de mi y luego mirarla con cara de “qué poca madre” sin sentirme mal, quiero poder jugar, brincar, mojarme en la lluvia sin que nadie se me quede viendo feo, sólo por el gusto de disfrutar del agua. Quiero poder llorar al ver que alguien sufre, sólo por acompañarlo en su dolor, porque sé que no puedo hacer más por él. Quiero poder ver a mi país convertido en una potencia mundial aunque sea en el Futbol, aunque sería mejor en Ciencia, Tecnología, Cultura…
Ese soy yo, un ser que piensa erráticamente, que escribe peor de lo que piensa, que plasma ideas, que simplemente deja que sus dedos obedezcan las señales de este cerebro mío, que parece recién estrenado… o recién desechado por alguien más.
Estoy ahora aquí, sentado, frente a mi pobre computadora que ha tenido que vivir más de lo que muchas tienen que vivir, que ha sufrido varias caídas, cirugías mayores, inyecciones antivirus, hasta cafés involuntariamente regados sobre sus borradas teclas. Esta máquina que mi padre me compró hace ya no sé cuántos ayeres, tratando de expresar QUIÉN SOY… tratando de decirle al mundo que soy un habitante más, alguien que quisiera, como mi hermano Jesús Antonio, viajar por el mundo, realizar hazañas como él, recorrer Europa y parte de Asia en un vehículo de 3,000 euros sólo por el DEBER de ayudar a niños de África a los que no conoce, pero que no puedo porque primero debo preocuparme por conseguir un papel en una obra de teatro, en una película o en una telenovela, que no puedo porque tengo que rogar porque una casa productora me pague por el trabajo que ya realice hace más de 3 meses, que no puedo en ocasiones ni pagar la renta de 500 pesos semanales porque la gente que tanto me dice que me quiere… no se ha parado en el Teatro a ver lo que con tanto amor preparé para ellos. Es lamentable que tenga que expresar esto, pero… así soy yo. Franco, directo, sin miedo al ¿Qué dirán de mi? Sí. Soy yo. Francisco Barcala, un actor bien preparado, pero que no es famoso. Este soy yo. El actor. El director que trabaja con ahínco por conseguir un montaje de calidad, el director que les habla a sus actores de lo buenos que son, el director que manda 3,000 correos semanales para que la gente vea que sus actores son muy buenos, pero que cada semana debe dar la bienvenida a sólo 3 ó 4 personas. Ese soy yo.
Y queremos ser maduros. Luchamos día con día con el afán de que la gente nos vea por la calle y diga: Mira: Ahí va Fulanito de Tal, el abogado. Mira: el da allá, ese de traje azul y bata blanca, es Perenganito, el Doctor. O fíjate en aquella de allá, es Sutanita, la Arquitecta, la Ingeniara o la Física Espacial, mi hija. Queremos ser Maestros, Doctores, Ingenieros, Abogados, pero… nos olvidamos de ser HUMANOS. Queremos tener BMW, de menos un Jetta, pero nos olvidamos de tener ojos para ver que el planeta se está terminando, queremos tener una casa en Santa Fe, jodido en la Del Valle, pero se nos olvida que tenemos que voltear al cielo y ver que aún no hay otro Planeta Tierra esperándonos. Buscamos ira Europa cada año, al menos a Miami, pero no podemos recordar que en casa está nuestra madre esperando una llamada, un ¿Cómo estás mami?, ¿Necesitas algo? Claro, el 10 de mayo. Y queremos ser maduros, pero olvidamos que hay tantas cosas que no sabemos. Olvidamos las cosas tan sencillas de la vida, el gozo de ver crecer a nuestros hijos, el gozo de ver a nuestras familias unidas, de visitarnos, de hablarnos por teléfono, de escribirnos un e-mail. Todos reenviamos chistes, pensamientos, filosofías y hasta magia por internet, pero el día que nos escribimos un correo para saber cómo está la familia, respondemos, si acaso nos tomamos la molestia con un: BIEN, GRACIAS, Atte. Yo.
Sí, irreverente, imperfecto, feliz, testarudo, así soy. Inmaduro por decisión propia, porque quiero seguir creciendo, porque no quiero morir, porque no quiero madurar para descubrir que me he convertido en alguien inmaduro, porque quiero llegar a los 80 años y voltear a ver mi camino y encontrarme con mi rostro sonriente en cada paso que di, porque quiero que en mi funeral nadie llore, sino que recuerden que los hice sonreír, porque no quiero exequias llenas de luto y dolor, porque quiero que dentro de 200 años alguien diga: ¿Recuerdas a aquel escritor que escribía sólo estupideces, pero nos hacía pensar en una que otra ocasión? Y la respuesta sea: Sí, era Francisco Barcala, aquel que se negó a crecer, aquel que se negó a ser como los demás, aquel que no quería Santa Fe ni BMW ni Armani ni mucho menos quería pensar. Él sólo quería VIVIR PLENAMENTE.
Somos inmaduros, somos estúpidos, somos como ovejas caminando al matadero, vamos por la vida recorriendo el camino trazado por alguien más, no nos atrevemos a salirnos del cauce del río, porque provocaríamos la ira de los demás. El eterno pensar, una vez más, en el ¿Qué dirán? Vivimos tanto tiempo pensando en ello, que se nos olvida vivir. Vivimos creyendo tanto en lo que los demás dicen de nosotros, que nos olvidamos de ser nosotros. Crecemos, cumplimos años y nos hacemos viejos esperando que alguien nos apruebe, pero nos olvidamos de aprobarnos a nosotros mismos. Buscamos la aceptación, pero jamás nos aceptamos. ¿Así hemos de vivir?
Este soy yo. Francisco Barcala. El errático escritor de 1,767 palabras en este escrito, el autor de 2 novelas, 20 obras de Teatro, un guión de cine, no sé cuántos cuentos cortos, no sé cuantos ensayos… el actor de setenta y tantas obras, más de 10 telenovelas, dos películas, el director de 13 montajes, el creador de EN MALAS MANOS, de LA PIEDRA DE LA GENEROSIDAD, de PECADOS DEL PASADO, de tantas y tantas cosas… y alguien que aún no logra terminar la que posiblemente podría ser su Obra Maestra… pues aún no puede ponerle punto final a la historia de Francisco Barcala.
Este soy. Francisco Barcala. Director de mi Vida, Actor de mi Historia, Escritor de mi Destino.
Ciudad de México.
Septiembre de 2009.
¿Quién soy? Esa pregunta algún día nos la hacemos todos. ¿Quién soy? La respuesta en muchas ocasiones puede ser corta. Un nombre, un apellido y ya, pero... creo que los seres humanos somos mucho más complicados que eso. No somos sólo un nombre y apellido, no somos sólo la suma de los genes de dos familias, ni somos lo que creemos ser cuando llegamos a la adolescencia. No. Creo que las etapas de la vida de una persona son más complicadas y nos llevan a ser alguien distinto en cada momento de nuestras vidas. A los 10 años somos Superman, o Batman, tal vez para los niños de hoy ser Wolverine sea su máximo, para las niñas podría ser Storm o algún otro personaje de ficción. A los 20 años somos diferentes, nos comemos el mundo de un bocado, somos grandes, indestructibles, de hecho, sabemos más que mamá y papá. Pero... llega un momento especial en la vida de cada persona. Ese que marcamos como el momento de la "madurez"... cuando llegamos a los 25 años, cuando dejamos de ser unos adolescentes, terminamos la carrera y salimos al mundo para mejorarlo, para hacer de él un lugar mucho mejor para vivir, cuando empezamos a soñar que cambiaremos las artes, la ciencia, la medicina, la política, ese momento en que pensamos que todo se solucionará porque YA LLEGAMOS NOSOTROS.
Qué duro es el despertar de estos sueños. Qué difícil es aceptar que... el mundo ya era así cuando llegamos y que lamentablemente... seguirá así cuando nos vayamos. Sí, esa etapa llega más o menos a los 30 años. La "madurez" nos golpea de pronto, nos damos cuenta que esos sueños de los 25 años, hace TANTO tiempo, eran sólo eso... sueños.
Pero... ¿Es que acaso el mundo REALMENTE no se puede cambiar? Porque a mi me llegó ya la edad de los tás... (30'tas, 40'tas, etc.) Y ha vuelto a recibir el impacto implacable de la "madurez. Es decir, que he vuelto a madurar. ¿Eso es posible?
Soy Francisco Barcala, un actor, director y dramaturgo con 31 años de experiencia en el medio. Soy hijo de él y ella. Esos dos seres maravillosos que lucharon por hacer de mi y mis hermanos, seres de bien, gente trabajadora, constante, con una disciplina mezclada entre el amor y la dureza, con frases amorosas, suntuosas fiestas de fin de año y pobrezas de solemnidad, una familia completa, aunque separada, una familia íntegra, sin escollos, y estoy seguro, sin ovejas negras. Ahí me crié yo. Con mis dificultades, mis rebeldías, mi eterno no querer ser como los demás y pareciéndome cada día más a todos, engrosando las listas de todos aquellos que no querían ser más del "montón". Francisco Barcala, terco, decidido, fumador empedernido, amante de su abuela, adorador eterno de sus Princesas, iracundo, explosivo, pero sentimental y tierno en el fondo, noble, irrespetuoso, irreverente, creyente, filósofo de café, político por naturaleza, apartidista por convicción, de derecha moderada, pero Comunista puro. Ese es el Francisco de hoy. Fuerte, impenetrable, tosco, con ideales definidos, pero que no sabe qué hacer. Descubridor eterno de sí mismo. Francisco Barcala, soberbio, intransigente, culto pero con profundas ignorancias, supervisor de su caminar, pero ciego ante su futuro. Ese es el Francisco de hoy.
La madurez es cíclica. Eso lo he descubierto en el camino. La madurez no se alcanza nunca, porque al llegar a ella, descubrimos que nos falta camino por andar, que aún no podemos detenernos, que aún hay mucho más por hacer, mucho más por crecer, por vivir, por amar, por sentir, por vibrar. No podemos llegar a la madurez completa, ni el viejo, ni el niño, ni el joven. Estamos en constante evolución. Estamos en la búsqueda de ser mejores, de llegar a la mentira de la perfección, esa perfección que SABEMOS que no existe, pero que queremos encontrar a como de lugar, somos como aquellos que buscan “El Dorado”, saben que no está ahí, saben que no puede haber una ciudad de oro macizo, pero siguen buscándola. Así somos los seres humanos, impredecibles, estúpidos por decisión propia, queremos la paz mundial, pero no buscamos los ojos del vecino para darle un “Buenos Días” honesto y limpio, queremos el desarme nuclear, pero olvidamos cerrar la llave del agua al rasurarnos en la mañana, pedimos por el cese al fuego de la ETA, pero no queremos limpiar los desechos de nuestro perro en el parque de la esquina, deseamos el restablecimiento de relaciones entre Estados Unidos y Cuba, pero nos olvidamos de levantar el papel que se nos cayó al desenvolver los cigarros. Queremos que el Presidente de X país caiga derrocado en pro de la Democracia, pero insultamos al pobre niño que se acerca querer limpiar el parabrisas de nuestro auto. ¿Esos somos los seres “maduros”?
Afortunadamente yo no quiero madurar, quiero poder seguir caminando por un parque y sonreír porque veo una ardilla, quiero poder recoger el vaso que tiró la señora que va delante de mi y luego mirarla con cara de “qué poca madre” sin sentirme mal, quiero poder jugar, brincar, mojarme en la lluvia sin que nadie se me quede viendo feo, sólo por el gusto de disfrutar del agua. Quiero poder llorar al ver que alguien sufre, sólo por acompañarlo en su dolor, porque sé que no puedo hacer más por él. Quiero poder ver a mi país convertido en una potencia mundial aunque sea en el Futbol, aunque sería mejor en Ciencia, Tecnología, Cultura…
Ese soy yo, un ser que piensa erráticamente, que escribe peor de lo que piensa, que plasma ideas, que simplemente deja que sus dedos obedezcan las señales de este cerebro mío, que parece recién estrenado… o recién desechado por alguien más.
Estoy ahora aquí, sentado, frente a mi pobre computadora que ha tenido que vivir más de lo que muchas tienen que vivir, que ha sufrido varias caídas, cirugías mayores, inyecciones antivirus, hasta cafés involuntariamente regados sobre sus borradas teclas. Esta máquina que mi padre me compró hace ya no sé cuántos ayeres, tratando de expresar QUIÉN SOY… tratando de decirle al mundo que soy un habitante más, alguien que quisiera, como mi hermano Jesús Antonio, viajar por el mundo, realizar hazañas como él, recorrer Europa y parte de Asia en un vehículo de 3,000 euros sólo por el DEBER de ayudar a niños de África a los que no conoce, pero que no puedo porque primero debo preocuparme por conseguir un papel en una obra de teatro, en una película o en una telenovela, que no puedo porque tengo que rogar porque una casa productora me pague por el trabajo que ya realice hace más de 3 meses, que no puedo en ocasiones ni pagar la renta de 500 pesos semanales porque la gente que tanto me dice que me quiere… no se ha parado en el Teatro a ver lo que con tanto amor preparé para ellos. Es lamentable que tenga que expresar esto, pero… así soy yo. Franco, directo, sin miedo al ¿Qué dirán de mi? Sí. Soy yo. Francisco Barcala, un actor bien preparado, pero que no es famoso. Este soy yo. El actor. El director que trabaja con ahínco por conseguir un montaje de calidad, el director que les habla a sus actores de lo buenos que son, el director que manda 3,000 correos semanales para que la gente vea que sus actores son muy buenos, pero que cada semana debe dar la bienvenida a sólo 3 ó 4 personas. Ese soy yo.
Y queremos ser maduros. Luchamos día con día con el afán de que la gente nos vea por la calle y diga: Mira: Ahí va Fulanito de Tal, el abogado. Mira: el da allá, ese de traje azul y bata blanca, es Perenganito, el Doctor. O fíjate en aquella de allá, es Sutanita, la Arquitecta, la Ingeniara o la Física Espacial, mi hija. Queremos ser Maestros, Doctores, Ingenieros, Abogados, pero… nos olvidamos de ser HUMANOS. Queremos tener BMW, de menos un Jetta, pero nos olvidamos de tener ojos para ver que el planeta se está terminando, queremos tener una casa en Santa Fe, jodido en la Del Valle, pero se nos olvida que tenemos que voltear al cielo y ver que aún no hay otro Planeta Tierra esperándonos. Buscamos ira Europa cada año, al menos a Miami, pero no podemos recordar que en casa está nuestra madre esperando una llamada, un ¿Cómo estás mami?, ¿Necesitas algo? Claro, el 10 de mayo. Y queremos ser maduros, pero olvidamos que hay tantas cosas que no sabemos. Olvidamos las cosas tan sencillas de la vida, el gozo de ver crecer a nuestros hijos, el gozo de ver a nuestras familias unidas, de visitarnos, de hablarnos por teléfono, de escribirnos un e-mail. Todos reenviamos chistes, pensamientos, filosofías y hasta magia por internet, pero el día que nos escribimos un correo para saber cómo está la familia, respondemos, si acaso nos tomamos la molestia con un: BIEN, GRACIAS, Atte. Yo.
Sí, irreverente, imperfecto, feliz, testarudo, así soy. Inmaduro por decisión propia, porque quiero seguir creciendo, porque no quiero morir, porque no quiero madurar para descubrir que me he convertido en alguien inmaduro, porque quiero llegar a los 80 años y voltear a ver mi camino y encontrarme con mi rostro sonriente en cada paso que di, porque quiero que en mi funeral nadie llore, sino que recuerden que los hice sonreír, porque no quiero exequias llenas de luto y dolor, porque quiero que dentro de 200 años alguien diga: ¿Recuerdas a aquel escritor que escribía sólo estupideces, pero nos hacía pensar en una que otra ocasión? Y la respuesta sea: Sí, era Francisco Barcala, aquel que se negó a crecer, aquel que se negó a ser como los demás, aquel que no quería Santa Fe ni BMW ni Armani ni mucho menos quería pensar. Él sólo quería VIVIR PLENAMENTE.
Somos inmaduros, somos estúpidos, somos como ovejas caminando al matadero, vamos por la vida recorriendo el camino trazado por alguien más, no nos atrevemos a salirnos del cauce del río, porque provocaríamos la ira de los demás. El eterno pensar, una vez más, en el ¿Qué dirán? Vivimos tanto tiempo pensando en ello, que se nos olvida vivir. Vivimos creyendo tanto en lo que los demás dicen de nosotros, que nos olvidamos de ser nosotros. Crecemos, cumplimos años y nos hacemos viejos esperando que alguien nos apruebe, pero nos olvidamos de aprobarnos a nosotros mismos. Buscamos la aceptación, pero jamás nos aceptamos. ¿Así hemos de vivir?
Este soy yo. Francisco Barcala. El errático escritor de 1,767 palabras en este escrito, el autor de 2 novelas, 20 obras de Teatro, un guión de cine, no sé cuántos cuentos cortos, no sé cuantos ensayos… el actor de setenta y tantas obras, más de 10 telenovelas, dos películas, el director de 13 montajes, el creador de EN MALAS MANOS, de LA PIEDRA DE LA GENEROSIDAD, de PECADOS DEL PASADO, de tantas y tantas cosas… y alguien que aún no logra terminar la que posiblemente podría ser su Obra Maestra… pues aún no puede ponerle punto final a la historia de Francisco Barcala.
Este soy. Francisco Barcala. Director de mi Vida, Actor de mi Historia, Escritor de mi Destino.
Ciudad de México.
Septiembre de 2009.

3 comentarios:
Ya... tengo que decir que lo que escribe me gusta, y ademas; que no importa que a la mayoria de la gente no le importe o no lea por curosear en internet, seguramente hay alguna persona en el mundo que le agrade leer, y se quite almenos uno, dos o mas minutos de su inutil vida para dejar un comentario hacia una persona que perdiendo su tiempo escriba siceramente lo que es, por que "aveces las personas solo necesitamos hablar"... si; usted es Francisco Barcala, el "escritor de estupideces"... mas que eso, una de las pocas personas que valen la pena en el mundo yo no diria que escribe estupideces, no se que puedo decir que escribe, pero no es una estupidez. Yo no lo olvidare. tambien soy una persona que ocupa un lugar en el espacio, solo que no soy ni mejor ni peor. solo soy yo.
Te amooo, y me encanta lo que escribes, no sé que más decirte porque comparado con lo que tu me transmitiste no hay mas que decir que las dos primeras palabras, eres un ser humano extraordinario y me siento feliz y orgullosa de que seas mi familia! Te amo!!!
Muchas gracias por tus palabras, de todo corazón. Saludos
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